8/28/2006

EL PESO DE LA CONCIENCIA

El peso del consumo

Es cierto que la tecnología en su afán comercial ha evolucionado y sigue evolucionando para complacer al bolsa consumidor y al indefenso productor. La tecnología en todas sus ramas ha simplificado no solo la vida si no los sentimientos individuales de cada ser de nuestro planeta. Antes en un negocio era sorprendente ver como el portugués sacaba su lápiz mongol del apoyo de su oreja y tomaba un papelito y en menos de quince segundos sacaba una cuenta astronómica con filas de números que no alcanzaba en la hoja y de manera artesanal totalizaba el valor de toda la mercancía que recuerdo, era el mercado para quince días. Amen de ver después a mi madre sacar nuevamente la cuenta en la mesa del comedor de la casa y escuchar aquellos quejidos de cochino en matadero porque siempre el portugués (de paso paisano y amigo de infancia de mis padres) le había cobrado de mas un real y medio.

Hoy por hoy la cosa es distinta, el mercado lo hacemos en las “hipertiendas” y además de ser impersonal la atención, el personal de la tienda te vigila incansablemente, le hace sentir a uno que está en el patio de una prisión y que ellos, atentos a cualquier movimiento extraño, se abalanzarán sobre el prisionero del consumo, sin derecho a pataleo. Además de comprar y de esta manera, mantener la cadena de producción y consumo de nuestra filosofía de vida y que además los mantienen a ellos con vida los quince y ultimo. Ellos, al igual que un funcionario público te miran sobre el hombro como si les debieras y su trato con desprecio parece decirte: “no jodas, sigue, sigue…”

Lo peor y más traumático de la aventura consumista es la bendita cola que hay que hacer para pagar y poder marcharte a la casa. Si el tiempo es dinero, ¿por qué no hacen descuento en las cajas registradoras a la hora de pagar? Porque se pierde mas tiempo pagando que llenando el carrito. Amen de las lectoras láser de las cajas, que con su típico “tic” y “tic” y “tic” pueden hacer registros de cinco productos por segundo, pero ¿Para qué? Si después estás media hora para pagar y eso en efectivo, porque si se te ocurre pagar con tarjeta, las llamadas telefónicas de mi madre para preguntarme: “hijo, ¿Qué has hecho?” son para terapia.

No conforme, las hipertiendas tienen el peor, escuche o lea bien: “el peoooooor” sistema de garantías que pueda ofrecer comerciante alguno. En una ocasión compre una pesa (de esas de pesarse uno) al llegar a casa inmediatamente me pesé y la aguja marcaba noventa y ocho kilitos. – No puede ser – dije asombrado, entonces me desnudé y me volví a pesar y la maquinita marcó noventa y seis y medio. Seguía en mi asombro y claro como no vivimos en Alaska es normal que no cargue más de kilo y medio de ropa encima. Ahí pensé que menos mal que no compre la electrónica, la que te dice el peso con una voz computarizada, porque imagínense la raya de que algún vecino escuche, uff de la que me salvé. Y claro como mi gordura no se nota, puedo seguir disimulando. Pero siguiendo el tema, al ver esa cifra no me quedó mas remedio que mirar mi barriguita (que tanto me ha costado conseguir) y decirle: “bueno compañera, aquí nos separa el río” y ella ronroneó de disgusto, por un momento pensé que estaba llorando pero no, era hambre y las tripas casualmente me chillaron en ese momento.

Comencé esa semana con una dieta estricta y me di cuenta por primera vez en mi vida que apenas comienzas una dieta en serio, comienza todo mundo (hasta gente que uno no conoce) a invitarte cerveza, potajes, te invitan cachitos al desayuno, todo mundo cumple años y te dan torta, tortas y mas tortas. Y no importa que sea mayo o cualquier mes, siempre sale alguien y te invita una hallaca y coño, ¿una hallaca en mayo? Pues si, todo es posible cuando comienzas una dieta estricta. Claro está que cuando se hace dieta se hace dieta y está en juego la fuerza de voluntad, que viene siendo la voluntad de la fuerza pero no la de look si no la del otro, que viste de negro y parece que sufre asma.

No sabia si llorar, jipiar o gritar de desesperación, pero hice mi dieta y a los ocho días, llegó el momento esperado. Como Cling Easwood entrando al pueblo por la calle del medio, esa la ancha, y del otro lado el contendiente al duelo (el duelo que sentía yo por los ochos días de hambre) ahí estaba, grácil, poderosa y echada invitándome al reto, la aplastada balanza. Me acerqué lentamente y al subirme coloque los pies encima de ella mientras mi mirada continuaba suspendida al techo y lentamente, muy lentamente comencé a dirigir mi mirada al marcómetro de la pesa… y mi sorpresa, no veía nada y claro, tuve que encoger mi barriga e inclinarme un poco hacia delante para poder ver cuanto estaba pesando y - ¡Coño! No puede ser, ¡nojoda! – Estaba pesando noventa y nueve kilos - ¡no puede ser, no puede ser, no puede seeeeeeeer! – continué gritando. Y justo un segundo antes de lanzar la báscula contra la pared pensé – coño, la garantía hombre, la garantía. Esta vaina se jodió.

Así pues me preparé a la peor empresa que puede aventurarse ser humano alguno: “reclamar una garantía”.

Antes de hacer un reclamo de este tipo se recomienda:

Tener la factura original de compra, cancelada y certificada por el Seniat.
Poseer la caja original o envoltorio del producto sin ralladuras, torceduras, mordeduras (por si tienes perro, aunque en mi caso podía ser yo mismo por la hijo e madre hambre que tenía)
Poseer el certificado de garantía expedido por el ente emisor del producto firmado y sellado por el inspector de indemnización del Indecu (por cierto: ¿ese cargo existe?)
Poseer y presentar el producto impecable, lavadito como un pillin, sin ralladuras, torceduras, mordeduras (aunque en este caso si podía haberlo mordido yo, pero de la arrechera, gracias al mismísimo creador, me aguanté)
Presentar el producto al departamento de garantías en el lapso acordado. (este lapso acordado y cualquier cláusula que favorezca al comprador solo puede ser vista en la hoja de la factura con la ayuda de un microscopio electrónico de alta resolución, y creo, si no me equivoco hay solo dos en Venezuela y se puede acceder previa sita ya que la cola de gente para leer estas cláusulas es tan grande como la cola de reclamos al CNE).

Y no está de más llevar también:

Copia de la cédula certificada del vendedor que le facilitó el producto.
Fe de vida del sacerdote y párroco de su parroquia.
Boleta de notas de sexto grado, firmada por su padre o representante.
Oficio de buena fe y carta de recomendación del prefecto de su jurisdicción.
Los doce últimos balances bancarios (ya que es una balanza) cerificados por un contador público, censado por el colegio de contadores (pero no de luz. Tampoco los contadores de chistes valen)
Certificado de salud y prueba HIV con resultado cero negativo. Porque las empresas no van a devolver un carajo a un carajo que no le queda un carajo de vida.
Examen foniático reprobado. Las empresas no suelen atender a las personas que puedan gritar porque se verán obligadas a devolver los corotos por la pena.

Puede presentar todo esto, que igual se la van a poner difícil, o en su defecto el carnet del MVR. Pero les aseguro que es más fácil tramitar los ítems anteriores.

Acto seguido a la obtención de estos fáciles y rápidos requisitos se debe llamar a la empresa donde se compró el producto a fin de obtener la dirección exacta en donde se tramita estas situaciones y nunca esta demás llamar nuevamente disimulando otra voz y describiendo otra situación con otro producto a fin de constatar que la primera dirección suministrada coincide con la segunda. Por lo general nunca sucede por lo que hay que llamar con diferentes tipos de voces y describir distintas situaciones y productos y se obtendrá una media que será la primera opción en la agenda de la actividad del reclamo de garantía. Esto por demás esta decir que no es cien por ciento fiable, pero vamos, por algo se empieza, ¿O no?

Esto puede suceder si la empresa no cuenta con las estúpidas operadoras digitales que algún macabro, hijo e madre, mardito y ocioso inventó para comodidad del infractor y agravio de la victima. Estas operadoras digitales cuentan con un sin fin de posibilidades de configuración y ajuste que la victima al caer en sus redes puede pasar semanas, meses y hasta años tratando de descifrar el laberinto de opciones que al final terminan en la misma sala con los mismos cinco operadores, pero la intención es desarrollar un desgaste mental a la victima con esta burocracia digital que al final el jodido comprador desestima su propio esfuerzo y decide abandonarlo todo. Y el carbón vegetal del negocio, queda finito, cual dedito (de mozarella).

Las operadoras digitales para los que no la conozcan son aquellas que tu llamas por teléfono y te sale una voz programada que te dice – buenos días (o tarde o noches. Es que son tan avanzadas que hasta saben la hora) para servicios de red marque uno, para reclamos de tipo diocesano marque dos, para reclamos benidicticios marque tres, para esto o aquello marque numeral – y así van y uno se pierde. Y al final te va atender una operadora de la misma sala donde están todos los empleados de atención telefónica. Que está demás decir que ninguno sabe ni siquiera lo que dice, es puro caletre y más caletre. Todos absolutamente todos dicen lo mismo. Pero la intención no es atender, son maniobras muy bien planificadas para joder al que quiere joder, auque su “joder” sea por reclamar su derecho, pero reclamar los derechos es “joder” aquí y en China.

Otro paso a seguir es el enfrentamiento a la verdad. Y la verdad sea dicha, lo mas horrible de todo es enfrentarte al funcionario o empleado sea quien sea que recibe el coroto dañado. Primero te mira con mirada inquisidora y tienen el culo tan apretado que son capaces de preguntarte así como si nada: - aja ¿y usted que hizo pa que se escoñetara? Y ante eso ¿que se puede responder?, uno queda en el limbo. Pero para estas situaciones hay unos cuantos pasos a seguir, que en la próxima entrega haré llegar.

Joao Ferreira
27 de Agosto de 2006.

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