Cuando su majestad la Reina Isabel I Tudor, aquella simpática y tímida muchacha que después de ver pasar la muerte invitándola a entrar al místico aposento, comentó: “nunca falta un roto para un descosido” a partir de ahí dejó de ser tímida e inocente para convertirse en la mujer que es hoy en día en la historia: “mi heroína” y eso que no tengo vicio. Pero cuando ella en pleno poder, y en su mas esplendorosa gloria de los hijos de la Gran Bretaña, le dijo con cariño a Sir Drake: “cuando no botas el té, quiebras la taza” y ahí, él que las agarraba en el aire, se convirtió en el pirata mas famoso que Hollywood pudiera haber creado.
Pero desgraciadamente los latinos no tenemos sangre sajona, una sangre escarchada a punzonzazos en el hielo de su ser. Nosotros somos más cálidos y eso nos hace más antiparabólicos a nuestras obligaciones. Nosotros somos una tortilla, la comemos y hasta nos gusta, porque somos simples, somos mas cercanos a lo humano y no al ciudadano. Eso nos diferencia de los anglosajones.
Lo más parecido a una tortilla que pueda conocer un inglés es un omelet. Y lo más parecido que puede conocer un inglés al amor es Romeo y Julieta y mueren al final.
Todo esto me vino a la mente gracias a otra experiencia anecdótica con la Unión Encarnación Barlovento Oriente, cuyas siglas se definen como UEBO. La única empresa que presta servicio de transporte a los habitantes de la zona de Barlovento a Caracas y viceversa.
Como dijeron: “nunca falta un roto para un descocido” me pareció extraño que el día de hoy: martes veintiséis de septiembre del dos mil seis hubiera una unidad de transporte disponible, esperando pasajeros. Desde hace meses el servicio se caracterizaba por una ausencia notable de unidades, lo que originaba extensas colas de usuarios al sol, en medio de la calle a la espera hasta el desespero de la partida. Los ecos de pasillo hablaban de muchas unidades accidentadas, mientras otras voces ronroneaban la comercialización de viajes y tours por el país, obviando sus deberes básicos que es el servicio a los usuarios.
Lo más sorprendente de la unidad fue la existencia de aire acondicionado, acompañado de televisión a color. Todo un sueño. Un viaje de primera.
Pero cuando el desaventajado nota ventaja, le molesta. En otras palabras: cuando se acostumbra a perder, jode ganar.
A mitad de viaje explotó una llanta y claro, no tenía repuesto. Seguimos hasta la ciudad más cercana hasta que se terminó de reventar y no pudo seguir la fabulosa unidad. Pero a quien se le ocurre rodar casi doscientos kilómetros sin repuestos, hasta que punto llega nuestra irresponsabilidad. Llega al punto de depender de un UEBO para moverse, y les aseguro que a nadie le importa un UEBO, o sea, una UEBO nada.